domingo, 6 de julio de 2014

El mito del "solo es una amiga"

"Solo es una amiga" y otros mitos para chicas despistadas


<<¿La chica de la foto? ¿Esa con la que tengo tantas vivencias, con la que he pasado momentos que han quedado registrados a vista de todos? ¿De la que conservo recuerdos y con la que tanto salgo y hago planes? Ah, esa es solo una amiga. Tranquila. No te preocupes.>>

Creo que todas hemos pasado alguna vez por situaciones así. Y voy a permitirme hablar en femenino, porque las chicas solemos ser las que más sufrimos este extraño síndrome de conocer a un chico que a su vez tiene una amiga incondicional de la que no se separa, de la que no deja de hablar, pero con la que, en teoría, y siempre en teoría, no tiene, ni con la que se plantea, ningún tipo de relación.

Llegados a este extraño nivel, podemos clasificar a estos individuos en dos subcategorías muy evidentes:

1º El "la quiero/me gusta pero ella no siente lo mismo o está con otra persona"
Huid. No hay otra opción. Si estás conociendo a alguien que tiene enquistada a otra persona lo mejor que puedes hacer antes de que tus sentimientos sean más fuertes es poner zanja de por medio. Kilómetros y toda la distancia que puedas.
No están juntos y probablemente no lleguen a estarlo, casi siempre porque la chica en cuestión tiene ya una relación. Ojo, mucho cuidado, el que ella no esté abierta a romance con "tu posible candidato" no quiere decir que se aparte, de hecho se puede disfrazar de amiga y confidente, con el cuento de conocerle desde hace más tiempo que tú y fingir que te echa cables para que consigas tu objetivo. No te dejes engañar. El que no pueda estar con él no significa que no quiera estarlo, o que no se lo haya planteado, y podría usarte como una chivo expiatorio, una especie de cuerda que la mantendría cerca de ese pecado sin tener que cometerlo.
Cabe la posibilidad remota de que él llegue a considerarte como una plausible sustituta de su Afrodita inalcanzable (aunque no a la altura del objeto idealizado, lo siento), pero nunca estarás realmente con él y siempre notarás el aliento de la otra en la nuca, vigilante.
Vivirían una relación profunda, platónica y muy molesta a través de ti.

2º El "seguro que al final terminan juntos"
Este caso en particular siempre viene caracterizado por tener un séquito detrás del sujeto al que estás conociendo, que hace mucho tiempo que ''ve'' la dirección que toma la relación que tiene él con su amiga y esperan que en cualquier momento, ''den el paso''.
Tú empezarás a sospecharlo por las evidentes pruebas, por las fotos, los comentarios, los emoticonos nada apropiados que se intercambian, o esas frases tan ñoñas de buenos días, buenas tardes, buenas noches, he escuchado esta canción y he pensado en ti. Dudarás, claro, porque él te ha dicho en su momento que no hay nada, que solo es una amiga. Creerle será un gran error.
Vas a ser la otra. Incluso si ni siquiera has tenido (vamos a ponernos victorianas) una serie de citas encantadoras y reguladas con sus baremos de cenas, copa, beso, cogida de manos...no importa, no hará falta, porque ya eres la tercera en discordia, desde un principio.
En este caso, al contrario que en la anterior categoría, la chica en cuestión no es un fantasma incorpóreo del quiero y no puedo del tío, es muy real, y de hecho, cabe la más que evidente posibilidad de que él decida de repente abrir los ojos, sacudir la cabeza, darle la razón a todo el séquito y empiece una relación con ella.
Te dirás a ti misma ''¡pero si siempre pensé que había algo...!'' y todas las conversaciones, posibles salidas o momentos pasados con el chico, todo lo que os hayáis conocido, caerá en saco roto.


En definitiva, esa chica que forma ya parte de la vida de la persona que has decidido conocer, del chico con el que te planteas empezar a salir o tener una relación, nunca es solo una amiga, ya sea por acuerdo tácito de ambos, por imposibilidad de uno de los dos para dar el paso, porque todavía no les ha cambiado el chip o porque les da miedo estropear lo que tienen por buscar algo más (este punto tiene demasiada miga como para no dedicarle una entrada exclusiva), de modo que estate atenta, valora y analiza muy bien hasta dónde estás dispuesta a llegar y cuánto maquillaje de la realidad puedes soportar antes de subirte en una atracción para tres, sin saberlo.

miércoles, 25 de junio de 2014

Aquí dejo otro pedacito de sueño, espero que os guste. Muchas gracias, muchos besos.

II – Esas palabras…

Las estrellas brillaban en el cielo nocturno, como pequeñas bombillas blancas parpadeando en un árbol de Navidad inmenso y oscuro. Yo, sentada en el alféizar de la ventana, con las rodillas abrazadas y resistiendo la tentación de fumarme otro cigarrillo dejaba pasar el tiempo sin apenas moverme, atesorando el resonante tintineo del microondas, que daba vueltas hinchando la bolsa de palomitas que gestaba en su interior.

Hundí la barbilla en el cuello de la camisa que llevaba puesta y olisqueé con placer ese olor que tan familiar se me había vuelto en los últimos meses. Un aroma que hablaba de intimidad, de deseo, de sexo en vorágine y de… ¿compromiso?

Podía mentirme y decir que el palpitar enrarecido que notaba en mi corazón cada vez que le veía era producto del deseo, de las hormonas femeninas, de la creencia de que en sus brazos encontraría un clímax de esos que hacen que se te pongan en blanco los ojos y te acercan a lo místico, pero yo sabría que no era la verdad. Al menos, no toda.

Oí girar el picaporte de la puerta del baño y le intuí antes de sentirle. Sus pasos descalzos sobre la moqueta del salón resonaban tranquilos, relajados. Giré la cara, apoyándola en mis brazos y le miré de reojo. Con el pelo húmedo peinado hacia atrás y aquél pantalón de lino que usaba para dormir, me arrancó uno de sus suspiros que una siente salirle por entre los labios como el vaho en una noche gélida.

Su torso, de triángulo invertido estaba surcado aún por algunas gotitas húmedas, que poco pecas lujuriosas, besaban su piel aquí y allí. Sentí envidia, y anhelo. Pero el miedo seguía agazapado tras esos sentimientos, y me frenaba.

Le echó un vistazo al reloj del microondas y luego me sonrió, curvando su labio solo de un lado. A cada paso que daba para acercarse a mí, me sentía más pequeña, tentada de sumergirme en el océano de sus ojos, sin permitir que las dudas o preguntas existenciales me llevaran a perder un solo momento de los que tenía para vivir a su lado. ¿Adónde iba aquello? Poco importaba mientras él siguiera viniendo a mí con aquél paso desgarbado que tanto me gustaba.

Cogió el cigarrillo a medio consumir que había dejado apoyado en el cenicero y dio una calada distraída. Su mano grande, de dedos ligeramente ásperos me tocó el pelo, bajando hasta rozar la oreja y luego apoyarse en el cuello. Tragué saliva. En el reflejo de la ventana veía ahora su rostro, bañado por un montón de estrellas brillantes. Qué apropiado, pensé.

-Te daría lo que me pidieras por conocer tus pensamientos –susurró. La voz ronca, dulcemente aterciopelada.

-A lo mejor pienso que quiero que me des todo lo que te pida.

-Nadie ha tenido más de mí que tú.

Buscó mi mirada y le permití encontrarla. No había mentira ni juego de palabras en su expresión. Quizá una leve inquietud velada, pero no falsedad. Sus ojos me pedían confianza, y me rogaban paciencia. Me besó la frente y al bajar la mirada vi las sábanas revueltas de la cama. La batalla campal del amor físico que allí se había librado era patente, pero a pesar de su intensidad, no era lo único que nos unía.

Yo no sentiría aquél latido desacompasado en lo más hondo de mi pecho de ser así. Lo sabía.

Quería decirle que quería tenerle de tal modo que olvidara que alguna vez se había dado a alguien más. Quería que él quisiera que yo le tuviera de esa manera, hasta tal punto y con tal entrega que no pudiera albergar duda alguna. Quería que nadie más existiera. Pero también quería cerrar los ojos y dejarme llevar por aquellos labios suaves que estaban acariciando magistralmente mis mejillas, tentándome a dejar para después el raciocinio y las exigencias. De modo que no dije nada y me abandoné al beso que inevitablemente, me arrasó como una ola se lleva la arena de la orilla al pasar.

-Hay muchas cosas que no puedo decir todavía. Pero lo que sí deseo que sepas, es que no hay ningún otro lugar donde quiera estar más que aquí. Más que contigo.

Le sonreí, convenciendo a mi corazón alterado de que esas palabras tendrían que valer por el momento. Paciencia, le dije en un susurro que sólo él entendió. Llegarán cuando tengan que llegar. Vive el momento, siente el instante, paladea el segundo y acaricia el ahora.


Sus brazos me alzaron en peso, sujetándome contra su pecho cálido. Una última mirada a sus ojos, de párpados semicerrados que anunciaban tempestad. Un gemido ahogado dentro de unos labios dispuestos. Y un pitido que anunciaba que el microondas había terminado.

lunes, 23 de junio de 2014

¿Qué son las ensoñaciones?

Para mí, un conjunto de escenas, de ideas, de trozos de historia, de capítulos de una vida imaginaria, basada o no en experiencias reales que evocarán (o esa será la intención) momentos puntuales especiales, de esos que al imaginarlos o leerlos te hacen coger un pellizco y provocan que se te escape un suspiro.

Espero que guste, que ilusione, que enamore, o, como mínimo, que entretenga.

Bienvenidos a esta nueva andadura a todos los que se quieran pasar. Muchas gracias.

Romina.

Ensoñaciones: I Llegada

I - Llegada

El aire de la madrugada mecía las cortinas de la ventana, cuyas hojas estaban abiertas de par en par, haciéndome sentir un escalofrío en la espalda que erizó mi vello.

Aunque el dormitorio estaba en la planta de arriba, oí las pisadas procedentes del rellano y después, la llave introduciéndose en la cerradura. Mis ojos, espabilados y despiertos, consultaron la hora: 03:45 de la madrugada.

Pero había permanecido despierta, esperando.

Aquella era la noche.

La puerta se abrió y el llavero metálico cayó en el cuenco de la entrada con un ruido sordo. Mi corazón se saltó un latido y los pies me protestaron cuando los puse en el suelo frío en el momento de salir de la cama, impulsada por el resorte de la emoción, de la alegría… de la pasión contenida durante tres semanas de larga espera.

Sin siquiera molestarme en echarme la bata sobre los hombros, me precipité fuera del dormitorio y recorrí el pasillo haciendo resonar mis pasos.

No había puesto el pie en el primer escalón cuando le vi, dejando caer la bolsa de lona al suelo y bajándose la cremallera del anorak. Debajo se vio una camiseta blanca de mangas largas que llevaba impresas las siglas de la serie.

Me sonrió, avanzando unos pasos con sus zapatillas deportivas de un blanco inmaculado hacia mí. Yo bajé un escalón, luego otro. Le devolví una sonrisa vacilante.

-No te has cambiado de ropa –susurré, mientras él subía un escalón. Y luego otro.

-No podía esperar para verte.

Nos encontramos a mitad de recorrido. Yo bajando y él subiendo. Sus brazos fuertes me estrecharon con fuerza y su frente se apoyó en la mía. Aspiré el olor de su cabello oscuro, dejé que su mirada me hiciera naufragar.


-Cuánto te he echado de menos, pequeña –susurró, y me empezó a besar.